lunes, mayo 24, 2010

La verdad nos hará libres


A veces siento que cada beso es como prometer de nuevo que esto será por siempre. A veces no entiendo el significado de la palabra "siempre" cuando me pongo a pensar que nunca las cosas duran para siempre.

Camino por las avenidas tratando de evitar mirar a la gente; sé que ellos me miran y es desesperante el hecho de no poder hacerlos desaparecer a todos uno a uno hasta que nadie más que vos y yo habitemos sobre la Tierra. Por un ratito al menos...

Deseo que la lluvia sea como veneno contra los que odian. Que solo quede la faz poblada de gente que ama, con amor real y desinteresado, no solo a sí mismos sino a todo lo que tiene vida.

Me gustaría que las personas no creyeran que todo gira a su alrededor, que Dios no es solo un invento de alguien sin ocupación o un plan para conquistar el mundo a través de las iglesias (Y créanme que no estoy defendiendo a las iglesias).

Sería para mí un placer, totalmente, el ver a toda esa gente de la calle ocupando sus energías aunque sea recogiendo basura y no pidiendo para comprarse más drogas. Sería un éxito de taquilla si a alguien se le ocurriera hacer arte que enriqueciera la mente y el corazón y no las billeteras.

Daría cualquier cosa porque el dinero dejara de existir... y sin embargo existe y nos controla, nos consume...

Y a pesar de todo, gracias a ese Dios que alguien inventó y en el que yo creo fielmente, existe un mundo muy lejano y distante en donde para siempre me parece poco tiempo y esa lluvia venenosa nos convierte a vos y a mí en los únicos dos que existen.

lunes, mayo 10, 2010

Eva


Fue el tiempo de las cerezas como vino tibio, remojando unos labios que dejaron de ser solo carne y placer, y como estaca que se atora estaban sus ojos hacia el amanecer. Ella era pobre teniéndolo todo. Estaba muerta al andar.

Manoseaba las horas que luego dejaba guindando en las esquinas, colgadas de las bancas en el parque, impregnadas en los asientos de atrás de cualquiera. Tenía estilo al caminar. Pero solo eso tenía.

Le faltaba tropezar más, contra las paradojas afeminadas que su rostro iba formando al perderse en las ondas circulares de un charquito. No tenía palabra al hablar. Ella no hablaba con la boca. Y miraba cómo el tiempo yacía en una cruz; oía un palpitar que galopaba sobre la loma de su orgullo. Era la colina que se venía abajo.

Era su libertad...

Y como una sombra montaba sobre su cansado caballo de huesos. Como en blanco y negro apagaba su cigarrillo con la punta del zapato. Sus medias calavan más que la piel. Le había gustado pecar. Y como una Virgen María miró con los destellos a través del mar, y atravesando de lado a lado las aguas por completo, se descubrió a sí misma observando por las ventanas.

Decidió entonces que construiría los castillos de su realidad sobre la espalda de los elefantes, y moraría en ellos como en una casa de cristal.

Eva había aceptado su derrota al haber salido victoriosa.

Y resucitó como heredera del universo completo.

*Fotografía: Salvador Dalí*

domingo, mayo 02, 2010

1 + 1 = 1


Era el arrepentimiento repentino, matutino y coloquial de las sábanas al descubrirte lo que traía -como si resucitase del más allá- a las bestias del pensamiento a nuestra cama.

Florecía como capullo en primavera la curiosidad y el afán de querer atrapar -como se atrapan las miradas entre sí de dos amantes- los silencios que quedaban después de la tempestad. Eran figuras amables hablando lenguas extrañas, transformando las sombras de la culpa en una tarde larga.

Se supone que no beberíamos más de aquella copa harta de calamidades y fragancias. Era como si en cada sorbo se nos incrustara el frío asesino de la nostalgia.

¿Quién nos robó el año de la cosecha? ¿Quién al emprendió contra nosotros y nos arrebató el fruto de las vigilias al anochecer?

El tiempo cuelga de los árboles como caballos salvajes siendo amables.

Ya esta taza de café tiene el fondo aclarado y a la vista.

Me toca llenarla de nuevo.

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