jueves, mayo 26, 2011

El estado de la cuestión



Es curioso que hayan pasado dos años y dos días ya. Se me hace poco y a la vez suficiente, no el tiempo, si no el esfuerzo que hice para desterrar lo triste del asunto cuando se me encogió el corazón al verla partir.

Lo mismo sucedió hace tres años y no recuerdo cuántos días, cuando con sus desatinadas ganas de enseñarme a las malas que el amor duele, se fue con el hombre de al lado para aprender que el fracaso es el maestro de los perdedores.

Para ese entonces apenas y guardaba dosis mínimas de sentido común, tratando de explicarme una y otra vez que el amor no estaba en las palabras, ni en las cartas que ella perfumaba, ni en ninguna de aquellas canciones en la radio.

Lo he pensado y puede que sea cierto: quien golpea primero es quien golpea mejor, pero el que recibe el golpe tiene mejor conocimiento de la contienda que nadie: Sabe si el puño ajeno logrará prevalecer o si vale la pena luchar hasta el último round.

¿Cómo explicarle entonces que el amor estaba en todas partes, menos en las egoístas denominaciones que, por muy sorprendentes y originales, eran evidencia de un justo menosprecio hacia las crudas desigualdades que había entre los dos?

No podía evitar sentirme culpable cada vez que a ella se le antojaba, como única alternativa de victoria posible, jugar a ser la víctima de de sus propios actos desmedidos en mi contra. Y ni qué decir del placer que sentía cuando me miraba exprimir los ojos como grandes limones sin semilla, cada vez que la oportunidad -o el rencor- le metía ideas absurdas para enfrentarse a las consecuencias de su error en plural.

Pero de eso creo que ya van a ser 6 años.

Y ahora sé que esa cuestión solo cede ante la solemne presión del calendario que cuelga de una triste pared. Mayo solo tiene 31 días, no más. Y eso basta para que de vez en cuando todo parezca un Stalingrado en 1942, un Rattenkrieg que busca a toda costa perpretar atentados contra el Hitler moderno de la envidia, los celos y la falta de sentido que tiene amar cuando basta con mirar alrededor para hacerme la misma pregunta de siempre: ¿Qué es el amor?

No por puro gusto es que me acuerdo de la casa asco, "la mansión" como le llamé primero. Y de polli y de cómo su vida no fue más que un sufrimiento de 76 horas encerrado en una cajita con aserrín, y de cómo la rata ninja era más invencible que los Rangers de Texas. Las anomalías en mi disco duro me demuestran que no siempre la equidad es una regla. Tal vez por eso es que ya no quedan más sabios filósofos chinos, ni tampoco volví a celebrar los no-cumpleaños de los demás.

Aunque aún quedan seres naturales, ya no me importan los rituales narcisistas de las 5 capas de maquillaje Revlon y cremitas Nivea que usaban para disimular, que la fuente de todo lo feliz en este mundo podía estar en cualquier lugar menos en su corazón. ¿Qué podíamos aprender los unos de los otros si nunca quise compartir mi soledad con nadie?

¿Por qué, entonces, ser vegetariano si otro matará al animal que yo no quise comer? ¿Por qué ahorrar el agua que otro desperdiciará? ¿Es acaso todo lo que hago en vano? ¿Es que hay una fórmula exacta como decir π = 3,14159265358979323846 para la felicidad? Por eso me gusta mi mundo, porque en el no hay dominios: ni dominantes ni dominados.

Ya sé que mentí: no fueron las últimas líneas que le escribí a ella, y a ella, y a ella también. No puedo cumplir con mis amenazas de chiquillo llorón. Lo que sí hice fue cambiarle el sentido a esas líneas, porque ya no son lascivas, dramáticas... Ahora soy un lúcido y mayúsculo recuerdo en su piel; ni la utilización de métodos conductuales de terapia ni mi desensibilización congnitiva podrían emblanquecer los nubarrones que con insistencia amenazan de lluvia los aterdeceres del pasado.

Y ahora, aunque la chica cósmica se haya enfrentado a las fuerzas de mi naturaleza, el estado de esta cuestión es más que obvio: no hay desastres naturales, no existe tal cosa cuando somos responsables y concientes del peligro que representa estar enamorados.

No habrá ningún Boriska ni mucho menos un Harold Camping que me convenza de que el fin se acerca. Sobre todo porque estoy en contra de las monarquías emocionales que se van creando con la dependencia cotidiana de nuestra rutina. Me rehúso a husmear más allá de lo necesario.

Y no voy a hacer berrinches por Marcy, Celestina, Sarahí o cual nombre tuvieran mis maestras. Tampoco haré el acto de escapismo ni diré discursos de paz. Siempre hay un lugar para los cobardes donde esconderse.

Esto que busco no es para ponerlo de adorno encima del T.V. sino para aprender a amarte como no amé a ninguna, aunque jamás lo aprenda, no porque no pueda sino porque no me hará falta.

Esa es la cuestión.

P.D.: Olvidé poner el video de la semana jaja --> Paloma Faith, aunque muchos digan que suena a Amy Winehouse, para mí la Faith no tiene nada que envidiarle a la Winehouse. Disfruten!


viernes, mayo 06, 2011

Némesis

"En la mitología griega, Némesis (llamada Ramnusia, la ‘diosa de Ramnonte’ en su santuario de esta ciudad) es la diosa de la justicia retributiva, la venganza y la fortuna. Castigaba a los que no obedecían a aquellas personas que tenían derecho a mandarlas y, sobre todo, a los hijos desobedientes a sus padres. Recibía los votos y juramentos secretos de su amor y vengaba a los amantes infelices o desgraciados por el perjurio o infidelidad de su amante.

Es una deidad primordial, por lo que no está sometida a los dictámenes de los dioses olímpicos. Castiga sobre todo la desmesura. Sus sanciones tienen usualmente la intención de dejar claro a los hombres que, debido a su condición humana, no pueden ser excesivamente afortunados ni deben trastocar con sus actos, ya sean buenos o malos, el equilibrio universal. Un claro ejemplo lo encontramos en Creso, que al ser demasiado dichoso fue arrastrado por Némesis a una expedición contra Ciro que provocó su ruina.
También se considera que era la diosa griega que medía la felicidad y la desdicha de los mortales, a quienes solía ocasionar crueles pérdidas cuando habían sido favorecidos en demasía por la Fortuna.

Con este carácter nos la presentan los primeros escritores griegos, y más tarde fue considerada como las Furias, es decir, como la diosa que castigaba los crímenes. El poder irresistible de Némesis está expresado por su asociación con Adrastea, divinidad asiática que se confundió con ella, hasta ser este nombre uno de sus epítetos. Némesis es uno de los atributos del dios supremo, y era, en unión de Adrastea, el instrumento de la cólera divina."

Tomado de Wikipedia.com

Estaba escuchando una canción de Angela Gossow, y pensé: "Es verdad, el enemigo somos nosotros mismos!". Lo peor de todo es que a veces sin querer -o a propósito- nos volvemos el enemigo de alguien más. ¿Cómo? Con lo que decimos, con lo que hacemos, con lo que pensamos.

Y no somos, al final, nada más que una pelota de gente buscando dónde encajar. Y es esa lucha la que nos vuelve competitivos, la que nos convierte en siervos de la oscuridad. Digo oscuridad porque una vez que nos transformamos en nuestro propio Némesis, no somos capaces de ver con claridad, la luz desaparece.

Entonces, ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Qué motivos tenemos para joderle la vida a los demás, cuando la nuestra propia necesita de atención? Cuando miramos para todos lados, como temerosos de ser descubiertos en nuestra concupiscencia, somos como Némesis.

Queremos ser libres, pero nuestro espíritu sigue preso de nuestros vicios, de nuestras malas actitudes, de nuestra envidia, de nuestras malas intenciones.

¿Dónde buscamos la felicidad, si en nuestro interior casi no podemos ver de tanta oscuridad?


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