Un día salió el sol y decidí empezar de nuevo...
Así pasaron los minutos transformándose en horas que gasté recordando que el amor te hace su esclavo, que en un segundo puede hacerte tocar el cielo y al siguiente la miseria.
Ese día caminé por las aceras, recorriendo los pasillos ya vacíos, dejados por el tiempo ya descoloridos por el llanto y un poco de descuido, pensando en todo lo que el trabajo del reloj ha cambiado en mí, en todo lo que ahora es solo blanco y negro...
Miré por el espejo retrovisor y me di cuenta de que he recorrido mucho, o al menos lo suficiente como para no olvidar de donde vengo. Regresé la vista al camino, tragué aire que terminó siendo suspiro y comprendí que la vida está hecha de todo esto: pedacitos de ayer, pedacitos de hoy y deseos, muchos deseos de que un mañana sea, aunque mínimo, mejor.
Quizá por eso mi corazón se aferra tanto a las cosas que no debe, a las esperanzas y al sufrimiento disfrazado de romance, a querer ver más allá de las caretas, los uniformes y las miradas... Porque todo tiene un peso en la balanza y a veces, solo a veces, es necesario dejar los sobrantes en el camino para que el desequilibrio no luzca aterrador.
Y no pasa nada, aún estoy entero a pesar de todo, por encima de cualquier dolor mi voluntad seguirá firme y mantendré la certeza de que aquellos tiempos de azúcar volverán...
Así pasaron los minutos transformándose en horas que gasté recordando que el amor te hace su esclavo, que en un segundo puede hacerte tocar el cielo y al siguiente la miseria.
Ese día caminé por las aceras, recorriendo los pasillos ya vacíos, dejados por el tiempo ya descoloridos por el llanto y un poco de descuido, pensando en todo lo que el trabajo del reloj ha cambiado en mí, en todo lo que ahora es solo blanco y negro...
Miré por el espejo retrovisor y me di cuenta de que he recorrido mucho, o al menos lo suficiente como para no olvidar de donde vengo. Regresé la vista al camino, tragué aire que terminó siendo suspiro y comprendí que la vida está hecha de todo esto: pedacitos de ayer, pedacitos de hoy y deseos, muchos deseos de que un mañana sea, aunque mínimo, mejor.
Quizá por eso mi corazón se aferra tanto a las cosas que no debe, a las esperanzas y al sufrimiento disfrazado de romance, a querer ver más allá de las caretas, los uniformes y las miradas... Porque todo tiene un peso en la balanza y a veces, solo a veces, es necesario dejar los sobrantes en el camino para que el desequilibrio no luzca aterrador.
Y no pasa nada, aún estoy entero a pesar de todo, por encima de cualquier dolor mi voluntad seguirá firme y mantendré la certeza de que aquellos tiempos de azúcar volverán...