Hacemos la guerra por amor y buscamos la paz haciendo la guerra. Ahora estamos confudidos, más jodidos que las putas, pensando en la devastación que van dejando las plagas, mientras nos codeamos como dando la señal de partida.
No sé qué tan cofrades seamos, o que tanto el capitán quiera hundirse con su barco. Desconozco si las madrugadas seguirán siendo nuestras, o si el afán de la noche por traer oscuridad nos dejará sin nada. Yo sólo sé que el frío siempre viene con la edad.
A diario perdemos y ganamos el ánimo, el silencio, el chance. Nos quedamos con este vacío que murmura, que aliviana, que llena toda la oquedad de nuestras manos. Y nos conformamos con eso, de a pocos, buscando alegría siendo miserables.
No es la primera vez que lloro, a chorros, de amabilidad, como cuando uno atraviesa el África, llorando, para empaparse el alma, llorando todo, pero llorando bien, por las rodillas, por la boca, llorando de hastío, de flacura, de amor.
(Último párrafo basado en Llorar a Lágrima Viva, de Oliverio Girondo)