viernes, abril 02, 2010

Metamorfosis


Fue una suerte que llegase a tiempo para el encuentro, ni tan furtivo como creí. El rescate a fin de cuentas tendría esa ironía que se pinta como un macabro hallazgo en las caras del amor. Nuestra lucidez se marchó hace mucho.

Traté de no perder la cabeza...

Si hubiera sido pura ciencia ficción la casualidad de encontrarnos tiritando maltrechos en una madriguera, probablemente no me daría gusto equivocarme.

No es verdad que quien golpea mejor es quien golpea primero. Golpea mejor quien sabe donde golpear.

Como salidos de un acto circense las figuras humeantes hacían acrobacias en el aire antes de esfumarse en el viento. Era un complot de dos para consumirse en un mismo pecado.

Y al filo de las mantas que cubrían la verguenza que traía en la mirada estaba él y su perrito de tristezas que había vuelto a mover el rabo.

No hubo más remedio que hundirse la culpa en la garganta hasta sentir peso en los latidos. Uno tras otro, golpeándose salvajemente contra los barrotes de su jaula.

Era apenas el comienzo del cuento, la primera página de un libro sin portada. Y la brisa soplaba por los orificios más pequeños de las puertas. Y aconteció que la soberbia dictaría las nuevas leyes de la conciencia.


"Ojo por ojo, diente por diente. Lo que mereciste es lo que tienes"
, dice el señor Enrique, pero "Ojo por ojo y el mundo se quedará ciego" decía el señor Gandhi.

Hay cosas más importantes en las que
perder el tiempo un Viernes Santo.

Fijo.

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