lunes, mayo 26, 2008

la ineficacia del por qué


El por qué resulta ser en su mayoría un atributo del descontento popular por respuestas que normalmente no responden arbitrariamente a una cualidad de los métodos adyacentes de las estimaciones. En palabras más cristianas -aunque no me guste el cristianismo- preguntarse el por qué de las cosas es efectivo sólo un 2% del tiempo si nos basamos en la respuesta para conducir nuestra ya de por sí ataviada cabecita hacia un horizonte común. (entiendase el término "ataviada" como una acumulación de porquerías innecesarias de las cuales no prescindimos)

Cuando yo me pregunto: "por qué no me paró el bus?" "por qué salí mal en el exámen?" "por qué perdió Saprissa?" "por qué el mundo se está yendo para la mismísima mierda?" no estoy llegando a una conclusión objetiva sino más bien divago entre lo ilusorio y lo constante, dado que al final de unas cuantas horas (atrapado en las interminables presas rumbo al trabajo) de "reflexión" y de "por qués" jamás he logrado satisfacer a mi atisbado cerebro con un señalamiento atinado acerca del "por qué" y no tanto de la razón sino de la lógica. Porque es más lógico pensar que las cosas no suceden por casualidad. No obstante por otro lado sería ilógico pensar que la causalidad es cómplice en el plan maestro de algún demente ególatra postrado en un trono para vernos comer mierda cada segundo de nuestras vidas. Entonces según mi hipótesis -y haciendo gala de la neutralidad- sugiere más por qués sin respuesta.

Así que después de sesiones de meditación profunda invocando a Budha y demás dioses feos y ficticios uno siempre concluye en que la vida sigue y seguirá siendo la misma vaina, a pesar de las millones de veces que hemos preguntado "por qué" a un amigo, familiar, compañero o hasta a Dios. Ni siquiera Él nos responde de manera atinada cuando esperamos la famosa palabra hecha verbo que llega sólo en formas sin definición. Dios no usa términos estilizados ni conjunciones acertadas. Dios habla a travéz de otras cosas. Por ende es más inteligente ubicarse dentro de los patrones de la irracionalidad que tratar de buscar una solución para los problemas que hasta en su calidad de psicosomáticos pierden sentido alguno si se les observa subjetivamente.

Y nuevamente se me olvidó escribir para los cristianos -ya es más un asunto de costumbre que otra cosa- por tanto que al cierre de esta edición francamente es lo que menos me importa corregir. El por qué resulta esclavizante y tedioso. El por qué se vuelve ineficaz cuando de tanto mentarlo la realidad sigue impune ante sus crímenes. De ahí radica la ineficacia de preguntarse cada vez que algo malo nos pasa "por qué a mí?" ya que para nada viene siendo un aliciente o una cura milagrosa sino más bien entorpece el razonamiento dejando a disposición y siniestro todo un espectro de especulaciones que lo único que al final de la jornada logran es dejarnos más que confundidos, desalentados.

Para qué tantas preguntas si a un final las respuestas no van a cambiar el mundo? El mundo sólo se cambia con hechos, actuando! De ahí surge la verdadera eficacia: de la acción centralizada y del aprovechamiento oportuno de un conjunto de causalidades. Los mediocres que se sigan preguntando "por qué" ya que yo no iré más por esas tierras. El por qué me trae rencores.

La acción es igual a librar una constante lucha contra el tiempo.

El por qué es rendirse al tiempo dejando que se nos escape tan sólo con preguntas necias y no con hechos que cambien vidas ajenas.

O la propia.

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