jueves, diciembre 08, 2005


A veces el frío es como una niña que no tiene con quien jugar por las mañanas. Y a veces es mejor así.

Es como cuando uno tiene una de esas conversaciones sin sentido, donde se dicen muchas cosas en silencio, donde un abrazo es como pan para los pobres.

Tal vez es solo la necesidad, tosca e insoportable de lo ajeno, por caprichos de la vida o ilogismos propios.

Y si no logramos tomar el tren sin retorno del tiempo, o nos quedamos a mitad del bosque justo antes de que anochezca, podríamos regresar a casa algún día? Podríamos, sí, pero cómo saber cuál de todas las migajas seguir? A fin de cuentas hay que tomar el riesgo, no? De eso se trata todo, de riesgos y de migajas olvidadas por ahí.

Podemos correr hacia lo eterno de brazos abiertos queriendo despegar del suelo la nostalgia, y llegar hasta lo inimaginable volando. Por más lejos que eso esté, cuando uno quiere siempre puede.

Y ni qué decir de los poemas, las canciones y los días festivos, que de vez en cuando hacen de una común tarde de lluvia algo inesperado, llena de sonrisas que duelen y lágrimas que envenenan aún más el momento. Eso, sin duda alguna, no tiene precio.

Y a veces cuesta más ver lo medio vacío del vaso que lo medio lleno. Tal vez es solo por caprichos de la vida, que la necesidad tosca e insoportable se vuelve ilógica.
Aunque a veces, muy pocas veces es mejor así.

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