martes, diciembre 13, 2011

Tibet


Los seres humanos podemos desarrollar en esencia dos tipos de actitudes: bajo una de ellas somos altruistas y colaboradores, y bajo la otra somos egoístas y competidores. También existen personas que combinan ambas formas de ser, comportándose, unas veces, de forma altruista y colaboradora, otras, de forma egoísta y comptetitiva, y otras, de forma parcialmente altruista y comptetitiva. Es curioso como todas las guerras de la historia nacieron del egoísmo por parte de, al menos, uno de los dos bandos; todas las situaciones conflictivas del ser humano nacieron del egoísmo.

Por otro lado, a diferencia de otras especies y animales, el ser humano tiene la cualidad de ser racional, lo cual le da libertad de elegir entre ambos tipos de comportamiento de forma voluntaria. Esto podría parecer una ventaja evolutiva pero más bien, en muchos casos, nos lleva a la autodestrucción de nosotros mismos.

Sin embargo, la evolución parece producirse mediante procesos solapados entre sí y progresivamente refinados. A un nivel inmediato, funciona mediante un simple, gigantesco e irracional proceso de ensayo y error; los éxitos de determinado estado de organización facilitan su continuación, no obstante, a medida que la organización se va desarrollando cada vez más, aparecen de forma espontánea métodos de predicción estratégica, que eligen caminos indirectos que, a corto plazo, incluso pueden parecer un error, pero que, considerados en conjunto, constituyen un acierto.

La conducta agresiva y egoísta constituye un primer nivel de superorganización, en virtud de la cual el individuo 'comprende' que para su supervivencia debe 'atacar' a sus rivales antes de acudir directamente a una solución imparcial, y la conducta altruista es un segundo nivel que surge en el momento en que los individuos desarrollan la capacidad de comunicarse entre sí.

En el Budismo existe una etapa previa a la iluminación que consiste en la renunciación a todos los logros conseguidos a cambio de nada. con el objetivo de destruir el ego completamente. En el altruismo, no existe la posibilidad de negociación; las relaciones no son competitivas, sino colaborativas; uno procura el bienestar de los demás sin esperar nada a cambio, y los demás procuran el bienestar de uno.

El Budismo sitúa al apego y al deseo como emociones negativas que también producen ira y, en definitiva, sufrimiento. Apego, deseo, ira, miedo e ignorancia (por ejemplo, falta de comprensión del sufrimiento ajeno) contribuyen a reforzar el ego. En la filosofía budista, el amor real es el amor compasivo, y el amor y el ego son incompatibles.

Esto es, en teoría, como el Ying y el Yang del amor. Hay que saber, únicamente, de qué lado queremos estar, o en su defecto, de qué forma queremos vivir.

 

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