sábado, noviembre 21, 2009

Que os vaya bonito...


Voy a soltar las amarras y que el viento se encargue del resto.

No encontré otra forma de escribir esto que con tristeza. Se me partió el corazón de nuevo más pronto de lo que creí... Por suerte aún tengo en el armario la armadura de hierro que solía usar en las batallas del amor, y la usaré... No para volver a ser el caballero andande de alguna damicela en aprietos, sino para que nadie sepa que tengo aquí adentro un maldito corazón de verdad, no de juguete, no de palo, no de fantasía... Es mi maldito corazón!!! Mi maldita suerte...

Ahora debo buscar algún lugar sin usar, algún agujero en la memoria en donde meter esta pena. A vos te habría mostrado lo que hace tanto no muestro... Estaba dispuesto a cambiarme la piel y ahora debo matarte, debes morir acá, ser enterrada y convertirte, también, en algo pasajero. Un día llegaste y ahora te vas. Nos vamos todos.

Y a todos los que han leído este blog en los 4 años y resto que tiene de existir, gracias por leerme, comentarme y ojalá que les haya servido de algo. De ustedes también me despido pues creo que este blog ya me ha visto llorar demasiadas veces. Voy a cambiarme la piel pero para que nadie pueda verme, que nadie sepa que yo existo, que yo puedo amar y ser amado.

Estaba enamorado...

No he terminado de escribir estas líneas y ya mi rostro ha dejado de arrugarse, quizás porque he puesto a sonar la misma canción durante la hora que ya murió con este minuto.

Algunos extrañarán mis letras, otros darán gracias a Dios. Yo hago ambas cosas.

Cerremos el trato, entonces.

Hasta siempre.

Los dejo con un videito (aunque no soy dado a esto) esta canción la escuché cuando tenía como 18 años y me enamoré del grupo -se llaman "Plankeye", la letra es simplemente genial. Que la disfruten.


miércoles, noviembre 18, 2009

Aternox I


No hace falta que lo diga, pero lo diré: a pesar de que -inclusive- me había propuesto no pensar en las calles turbulentas y asesinas de tu cuerpo lo hice [...] Y tomando todo aquel peso en mi osamenta, giré mi vista y te miré. Querías un hombre, no un enfermo de vida [...] Y morí.

Yo creí que sería lo mismo.

Fue lo mismo, de hecho.

Un sabio filósofo chino ya lo había dicho alguna vez: "El que se fue no hace falta, hace falta el que vendrá." ¡Jueputa chino más sabio!

Es como mi necedad de usar verbos en pasado para expresar un sentimiento a futuro [...] ¡Bendita maña la mía de repetir todo como en cámara lenta en mi cabeza!

Pero ¡Ah! A otro con esos cuentitos, nena. Rico no es el que todo lo tiene sino al que no le falta nada. (Sería bueno que lo anotaras)

No me vayas a venir con tus venas -sangrantes- a la vista, recuerda que soy masoquista y me gusta verte sufrir.

Aunque debo admitir que estaba enamorado -locamente- de tus pasos de baile, cuando al mismo tiempo tenía más movimiento una película en pausa que yo. Cuando traías ese vestido de una sola pieza que caía, sensualmente, como una fiesta suramericana sobre tu cintura. Con esos cabellos desteñidos que caían ondulados como serpientes en tu espalda. Con esos ojos que eran como luciérnagas que danzan en la oscuridad cuando te miran y aquel, tu embrujo instantáneo de gitana.

Como carretera hacia el precipicio es tu aliento.

"La carne es fácil complacerla, el espíritu no", insiste este sabio filósofo chino en sus elucubraciones.

¿Volveremos a ver juntos el amanecer de nuestros corazones? ¿Volveremos a cabar tumbas en nuestra piel con las uñas? ¿Volverán a ser tus labios la fruta prohibida del árbol de mi edén? Ya no somos más un par de cuerpos que se revuelcan como elefantes en un charquito por un orgasmo.

¿Somos?

No hay que sentirse dignos de la insignificancia.

No somos.

Sin dolor no hay blues, dicen por ahí. Entonces seamos siempre libres. Y si vienes a celebrar esta noche, no me pienso negar. Por supuesto que me conoces.

En el arma solo queda una bala, mi amor, y esa bala o es tuya o es mía. ¿Quién va primero?

Sin nada que perder y tan perdido...

viernes, noviembre 13, 2009

Me gusta...


Me gusta la alquimia que hacen mis hormonas cuando esta luz agonizante baila; este fuego que dibuja formas extrañas en la pared me seduce.

Me gusta imaginar las montañas colapsar, los mares derramarse sobre el tapete de lo ajeno y las golondrinas que vuelan en aquel muelle de nostalgias mientras el faro alumbra.

Me gusta saborear la tierra, abrirle mis brazos a la lluvia y musitar cuando siento el hormigueo en las entrañas provocar esta feria de suspiros.

Me gusta desenterrar este cadáver maloliente, inservible y sucio; disfrazarlo de recuerdo, añorar y guindarlo del ciprés como a un Judas traicionero y vil.

Me gusta aruñarle la piel a tu recuerdo, morderle el borde de la boca y mirarlo sangrar hasta que muere.

Me gusta inaugurar las mañanas con su nombre, revolcarme como un cerdo entre las sábanas y perseguir las mariposas de mi estómago hasta tocarlas.

Me gusta el manoseo obseno de delicados temas, que el acantilado le ruja a las olas y que aquí no sea siempre un infierno.

Me gusta soñar con tus cabellos de rubí, con la blanca nieve que sale de tus labios y concluir con los versos de todo eso que no decimos.

Me gusta salpicar con el néctar de las horas esta fantasía, segregar los jugos gástricos del silencio para nutrirme de las impecables manchas de la noche.

Me gusta -sí- romper con las cadenas -y condenas- que hay marcadas en la almohada cuando solías recitar aquel coro de gemidos largos mientras los gatos hacían el amor en los tejados.

Me gusta dilatar la tráquea y erguir el sonido en ecos de tu partida, agradacer por los días que no estuviste a mi lado.

Me gusta deshacer el mundo a pedazos y formar continentes con tu ausencia; asimismo de buscarle alternativas a esta apretada soledad acogedora.

Me gusta -sobremanera- arrastrarme sobre el fango endurecido de tus pasos, condenarme a una vida contigo, sin fin.

Me gusta -lo admito- sufrir la cacería irrazonable de tus verbos, que me maten poco a poco hasta hacerme renunciar -sin piedad- a este mausoleo de nombres sin sentido.

Me gusta -demasiado- cuando tocas los tambores de lo incierto y mi corazón se estremece como si hubiera, del paladar, robado un lustro de ilusiones en Navidad.

Me gusta, me gusta... la sofocante histeria de los días al pasar, y tus lamentos secretos cuando se calma el mar.

Me gusta cuando tantas cosas no me gustan más y que su sitio, su lugar, lo hayas vuelto la trinchera en donde ahora solemos respirar.

Este globo giratorio me hacía vomitar, y llegaste tú con tu algodón de azúcar.

viernes, noviembre 06, 2009

3.24 a.m.


Amanece, ¿Tan pronto? Y yo estoy tan sólo... Pero no me arrepiento de lo de ayer.

Creo que -sinceramente- me cuesta mucho no decir las cosas. A algunas personas les sucede todo lo contrario: a duras penas y te dicen el 10% de lo que quieren. ¿Está mal eso? Por supuesto que no, pero -siempre hay un pero, damn it!- no puedo, no me quiero permitir sentir que esta caída un día pierde altura y al siguiente gana.

¿What about me? O sea, ¿Qué hay de lo que quiero yo? Pues muchas cosas quiero. Lo "irónico" es que las que más quiero son las que menos tengo. Siempre me la paso pensando en los demás. Como si me llenara de satisfacción el saber que esas personas están bien aún cuando acá llueve todos los días desde mayo.

Es pensar en las cosas menos propicias; como una sentencia de muerte con cada exhalación, suspiro, berrinche. Es quitar clavo por clavo de puertas y ventanas, dejar entrar un poco de luz y quemarse el rostro con el fuego de la verdad, sentir verguenza y querer buscar nuevamente la oscuridad.

Ya no hay paseos de domingo ni películas de alquiler para matar el rato. No hay sábanas manchadas de sangre y tampoco habrán más cromáticos -instrumentos del diablo para cegar al corazón-. Pasaremos recto sin volver a vernos ni decir adiós queriendo decirlo.

Y sí, las calles son como dunas mientras te espero llegar. Quizá es por eso -porque te espero- que el reloj me está volviendo loco con el tic-tac. Es bueno saber que los arco iris no son infinitos y que el pan de tu vientre es ahora alimento de gusanos y caballeros con armadura reluciente y plateada. Es bueno saber que ya no vive encerrada en su torre y que aunque el dragón no ha sido derrotado al menos el miedo a enfrentarlo se ha ido.

Siento que el último bocado de este plato se echó a perder. Putrefacto, enmohecido y rancio envenena. O es la gloria de Dios o el poder de Satanás. Siempre es todavía y una vez nadé desnudo tu oleaje. Vos no lo supiste y nunca lo sabrás.

Hay tantos conflictos con el mundo, con nosotros mismos, con nuestros hermanos -prójimos- que en vez de mirar al cielo agachamos la cabeza y escupimos. Sudamos y con la palma de la mano pecadora lo resolvemos todo tarde o temprano.

A veces siento que nunca he amado de verdad y a veces que más bien lo he hecho demasiado. ¿Dicotómico? Puede ser, pero me agrada que las cosas sencillas se compliquen. Y todos los días estoy menos vivo de lo que debiera. Así lo quiere Dios y así lo acepto.

Estoy seguro que pronto será mi última batalla. Siempre es todavía. No se puede aplazar la hora señalada. Que sean libres los demonios de mi memoria. El día que yo me haya ido -por fin y definitivamente- será demasiado tarde para cualquiera. Por eso cuando ya no esté entre vosotros no lloréis, hermanos, porque del Padre he venido y al Padre regreso, dijo Jesús en la última cena.

No lloréis, hermanos, cuando haya partido.

En el calendario hay un círculo en rojo y un par de números que no comprendo. Me resigno a que no puedo cargar con el peso de este ideal mientras los pájaros hacen nidos. Como mi Marcy y mi Dhalia que tejen sus telarañas, que se vuelven amigas de la ignorancia mientras esperan que la muerte las atrape con artesanías.

Y otra vez no hay nadie más que vos y yo, inmuta sombra bajo mis pies.

Mañana volveré mi rostro y no me pareceré a mí nunca más. No tengo miedo esta noche. No siento frío en la mirada.

Clamarán por justicia, por igualdad de condiciones y no se les dará respuesta alguna. Entonces querrán abrirme los brazos y en lugar de una sonrisa se estrellarán con estas líneas.

Ahora pertenezco a la brisa.

*imagen de Leonor Fini*

martes, noviembre 03, 2009

Agradecimiento compartido




No cabía ni una gota más de sangre en ese pobre corazón hastiado, viejo, cansado. Y aún así decidía con vehemencia latir, escupir fuego, luchar.

Me resulta sencillo -más- imaginarle como algo vulgar, sin forma, descabezado y descabezador. Podría ser absurdo creerlo, podría... Pero lo creo. Yo lo creo.

¿Qué es de este flujo de nimiedades que transporta ácido a mi cerebro? ¡Ácido! Calcina, destruye. Hace pedazos mi voluntad de sonreir esta noche. Mas sin embargo no del todo, no para mal.

La mayoría del tiempo cuando escribo en mi blog a esta hora es porque o me siento muy bien o me siento muy mal. Quizá solo tengo ganas de hablar con alguien y no hay nadie. Esa puede ser una razón: quiero hablar y no hay nadie.

Ni siquiera brotan las cosas que quiero decir del modo que quiero decirlas para que pueda escribirlas acá. Pero por siempre será esta mi terapia.

Hoy no fui al trabajo. Tenía un importante día hoy (bueno, ya fue ayer) y por confiarme demasiado la perdí. En realidad fue que confié demasiado en alguien que al final, de nuevo, me quedó mal.

Realmente en esta vida no hay nada seguro, no podemos dar nada por sentado. Todo lo que planeamos se puede ir al carajo en cuestión de segundos. Hoy lo tenemos todo y mañana ya no tenemos nada. Hoy está esa persona que queremos a la par y mañana no. Algunas cosas suceden momentáneamente y otras no hay forma de cambiarlas.

Y esto de sentirme tan sólo a veces no me agrada. "Es un mal necesario" suelo pensar por ratos, pero luego esa vocecita en mi cabeza salta y dice "Y cuándo dejarás de necesitarlo tanto?".

Malditas voces.

Hoy, esta noche me siento como un niño pequeñito, pequeñito; entre estas cuatro paredes soy preso de esta oscuridad que se espanta cada vez que aspiro el humo de mi cigarrillo. Pero vuelve, ella vuelve para que yo recuerde -aunque jamás lo olvide- que soy lo único que puede dar calor aquí. Me abrazo a mí mismo nuevamente y dejo entre salir de mi boca esa frase.

No hay luna llena, no ando regludo. Es solo que la extraño demasiado. No sé por qué me hace tanta falta. Y esto es algo que -debo admitir- no me había pasado en años. Esto que aprieta mis pulmones y cierra mis ojos mientras un escalofrío se dispara en mi columna vertebral.

En eso estaba pensando el fin de semana. Esta explosión de cosas dentro de mí no es típica, no es pasajera, no es normal. Debo confesar que ciertamente recuerdo la última vez que la sentí, y fue a los 18 años con la Señorita Camaleón, cuando por primera vez en mi vida estaba tan confundido como ahora que no supe de qué otra forma llamarlo sino amor. Es una palabra fuerte, ¿no?

Pero ¿Cómo describirían ustedes esa sensación?. Esa exhaltación de sus venas, sentidos, células; es sin duda difícil de explicar. Miss Sugar Heart tenía razón en varias cosas después de todo:

"A veces tenemos que pasar por las personas equivocadas para encontrar a la correcta"

Tenía toda la razón aunque estaba muy equivocada.

La persona correcta es la que me enseña, de la que aprendo para ser mejor y con la que -más allá de los malos recuerdos- comparto un pasado en común de maravillosas experiencias. Así que basado en eso todas las personas que he conocido han sido la correcta, en su debido instante.

Ahora bien, no quiero controlar el terremoto de sensaciones que ella provoca en mí, pero hay noches en las que daría muchas cosas con tal de poder respirar cerca de su cuello, abrazarla, acariciarla, seducirla en silencio, en la oscuridad y desdoblar nuestros corazones, plegarlos en la celosía para que el viento juegue con ellos mientras me voy dando cuenta que en sus labios está mi amanecer.

Suena cursi, lo sé...

¡Y al diablo con eso, que suene como tenga que sonar!

Yo no creo que haya venido al mundo para romperle el corazón a nadie ni para que me lo rompieran de regreso. No obstante estoy seguro que más de una vez lo hice sin querer y viceversa. Tal vez por eso me pregunto ¿Por qué a las mujeres de El Clan les habrá dado por -luego de verme tratando de pegar los pedazos rotos que me quedaban- hacer que fuera más difícil volver a sentir esto que siento ahorita?

Es gracioso que todas prometían ser esa que me repararía y al final se daban por vencidas. Es gracioso como la siguiente se cagaba en la anterior y al final todas terminaban siendo iguales. Por eso las promesas hechas en el nombre del amor nunca funcionan. Por eso prometo que con vos esto que siento no será una promesa, ni un pacto; ni siquiera una condición. Prometo siempre decirte lo que sienta sin abrir la boca y no cometer los mismos errores que cometí con otras. He aprendido de ellas a no ser el príncipe azul del cuento ni el sapo encantado. Soy tan solo un hombre, un ser humano que siente, que ahora sí ama sentir.

Lástima por esas que no encontraron la manera de unir, uno a uno, este corazón despedazado. Lástima porque deseaban que fuera ese hombre que las protegiera, que las cuidara del mundo canival de allá afuera. Lástima porque con todo y mis cicatrices, siempre estuve de primero en las filas de batalla. Pero el amor a veces se vuelve egoísta, se llena de oscuridad y se envenena. Lástima por esas que jamás tuvieron la fuerza suficiente, que no tuvieron fe y que, desesperadamente, corrieron a buscar otro corazón.

Lástima por ellas y de todos modos me alegro. Me alegro de que de alguna forma u otra hayan sido la piedra que me enseñara a -más que no tropezar dos veces con la misma cosa- poder levantarme con la frente en alto y decir:

"Gracias a Dios me volví a caer, porque he aprendido una forma nueva de levantarme."

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